Generales

¿Y quién es esa joven mujer, “cóncava mujer”, que desde una de las históricas siete villas de Los Pedroches levanta esa voz en la desolación del páramo? Ella misma nos contestará en uno de sus poemas: “Busqué de las palmeras mi voz entre sus signos”. (…); A veces veo a Juana –quiero decir en la ensoñación de su lectura– como una de esas heroínas prerrafaelistas que portan procesionales copas derramantes de sensual tristeza secular o acogen al regazo el pájaro rojo de la muerte. ; (…) El conocer poético de Juana nos sorprenderá siempre. Y será ella, la mujer, la que clama de antiguo en los mitos, en el surco de la tierra madre calcinada. Apenas encontraremos un poema en el que no reconozcamos en su voz un aliento de siglos que llega con las hembras ataviadas como sacerdotisas para el rito del dolor en los partos, o en el faenar duro de las campesinas y las meretrices, de las doncellas y las casadas, solas en el encierro de la honra. Pablo García Baena, “Alada mía. Antología de Juana Castro”, Presentación en el Palacio de Viana, mayo 1996 y en Cuadernos del Sur, diario Córdoba, 11-julio de 1996.
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Hay en la poesía de Juana Castro un invento textual del sexo. Porque toda palabra alzada es sexual. Y se agita indiferente ante la belleza que no surja del latigazo de su soporte. ; Maderas y uñas. Tabiques y derrames fonéticos urden la prosa que osa desnudarse hasta el verso. Juana. Juana Castro.Vicente Núñez. Presentación de Arte de cetrería en la Diputación de Córdoba. Y en Cuadernos del Sur, diario Córdoba, 16 – nov- 1989.
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Doplicher acierta plenamente en sus diferentes apreciaciones acerca del cuerpo en la poesía de Juana Castro cuando afirma que éste no sólo es objeto de deseo sino también origen del pensamiento y visión cósmica de la naturaleza. Sorprende, asimismo, que el poeta italiano aluda a un posible relevo de Dionisos precisamente por Narciso… Que el cuerpo es para nuestra poeta oggeto di desiderio, está fuera de toda duda. Que el cuerpo sea, a su vez, origine del pensiero o, como aclara Doplicher más adelante, sea un corpo que pensa no nos parece excesivo. Encarna Garzón García, en Temática y pensamiento en la poesía de Juana Castro, Universidad de Córdoba 1996, pag. 196.
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La adjetivación y la imagen se buscan sorprendentes y refinadas, para hacerlas contrastar con la irrupción de palabras pertenecientes a los territorios más desgastados de la cotidianidad femenina. Pedro Ruiz Pérez, “El velo del templo”, en Introducción a Alada mía, Diputación de Córdoba 1995, pag 15.
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Hay que valorar esa utilización de elementos inequívocamente contemporáneos: ese uso significa que Juana Castro está apegada a la realidad, atenta a su tiempo, en contacto directo con el presente, preocupada por la sociedad y el entorno, involucrada. Que esto después se haga con unos resortes métricos y estróficos tardomodernos indica que, en puridad, podamos estar ante esa variante feminista que Rodríguez Magda ve como esencialmente transmoderna. De ahí que la poesía de Castro opere el milagro de tratar con minerales comunes y convertirlos, mediante la alquimia de la palabra justa y la contención pasional, en versos valiosos, capaces de unir princesas y marujas. (…) Ese trabajo exigentísimo de lenguaje es el que le distingue de algunas autoras posteriores a ella, que elaboran con esos mismos materiales posmodernos una poesía mucho menos valiosa y que no será, sin duda, tan resistente al tiempo. Vicente Luis Mora, La extranjera, prólogo, Puerta del Mar, Málaga 2006.
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La lectura de esta antología revelará al avisado lector una voz singular, personalísima, que se perfila ya como una de las poetas que más a fondo ha indagado en la sentimentalidad de la mujer de la segunda mitad del siglo XX.;Encontramos en estos poemas una voz de una infrecuente modernidad. Una voz fracturada, que se desliza en encabalgamientos: vacila, toma impulso, se precipita en la corriente. Me refiero a ese don, que tan pocos poetas alcanzan, de la auténtica respiración poética, el temblor que a golpe de intuición desdeña los cauces trillados de la impoluta isosilabia, la falsa seguridad de la pulcritud formal, para atreverse a explorar la página en blanco como quien tantea en la oscuridad. El ritmo se hace aquí febril pulso, aliento de una voz que tiembla ante nosotros: verdad, vida. Eduardo García, “Mirada de mujer. La extranjera. Juana Castro”, en Mercurio, Febrero 2007, pág. 18.
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La presencia del mito clásico en la obra de Juana Castro ofrece un desarrollo cronológico que se desplaza progresivamente desde un alto grado de topicidad en sus primeras manifestaciones hasta la ruptura total con la tradición canónica en sus últimas apariciones. En una primera fase (Paranoia en otoño) la autora se acerca al mito clásico como a un repertorio de materiales idóneos para formular comparaciones y establecer ejemplos que concedan autoridad a sus propuestas poéticas e ideológicas. (…) En Narcisia sin embargo, los mitos clásicos, considerados por la crítica feminista como transmisores de valores patriarcales contra los que luchan las poetas de esta generación, ya no servirán para analizar la sociedad que las poetas quieren mostrar en sus obras. Se hace necesario, por tanto, construir nuevas entidades míticas o reinterpretar las tradicionales. Narcisia constituye una deidad cimentada en las fuentes de las divinidades asirias y grecolatinas pero distinta a todas ellas, una divinidad autosuficiente y generadora de todo el universo, en la cual se ha producido una transmutación de los principios jerárquicos y una aproximación subversiva al propio mito de Narciso, ahora reinterpretado en positivo desde su visión femenina, en la que la mujer habla sin tapujos y con total libertad de su experiencia sexual y del goce erótico. Narcisia marca en Juana Castro una ruptura con la visión tradicional del mito que había mostrado en Paranoia en otoño y se convierte en paradigma de las poetas de su generación que se empeñan en reinterpretar los mitos clásicos para que hablen con voz de mujer y expliquen desde una perspectiva nueva los problemas contemporáneos.; Finalmente, en El extranjero el tratamiento del mito logra su más alto grado de estilización conceptual, porque el mito, liberado ya de sus propias dependencias argumentales, se vuelve otra vez fecundo para cumplir la función primordial para la que fue creado: explicar el propio mundo complejo del poeta. A través de la figura de Ulises, siempre presente directa o indirectamente en la obra de Juana Castro, se analizan conceptos contemporáneos como la ciudadanía, la extranjería, la emigración o el más amplio de la otredad.; Así, los versos de Juana Castro recalan en el universo de la mitología clásica actuando en una doble dirección. Por un lado, los poemas reciben el beneficio de unas enseñanzas ejemplares transmitidas durante siglos, a la vez que se incorporan a la larga cadena de la tradición clásica en la literatura española y europea. Por otro, los propios relatos mitológicos reciben la renovación esencial de nuevas interpretaciones acaso antes no imaginadas y el provecho vigoroso de su actualización como modo eficaz de transmisión de estos mismos valores a generaciones venideras. De este modo Ulises, Sísifo y Dafne continúan dialogando con el hombre contemporáneo sin que advirtamos que, en lo fundamental, las preocupaciones humanas q ue se intercambian hayan cambiado sustancialmente. Antonio Merino Madrid, “Ciega de historia y lino”. La mitología clásica en la poesía de Juana Castro”. Trabajo de Investigación, inédito, pp. 97-98.
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Tal vez la raíz del valor estético de la obra de Juana Castro está en lo que se escapa; lo que se escapa tanto a la conciencia ideológica como al saber formal. La raíz, su rara penetración –¿su punto ciego?–. Si el riesgo, el peligro podría venir quizá de la riqueza de una forma que opera como cierre estético, clausurando un decir que envuelve un sentido de antemano diseñado, quizá lo más atractivo e inquietante de esta poesía, lo que la haga perdurable, sea su poder de deslizamiento, de delirio, la altura hiriente de una extraña sintaxis (arte de cetrería), el airado poder de una rabia antigua que fluye en sus voces y que enlaza presente y pasado, con la clara intención de dotar a las mujeres de ser y de historia (y, de esa dicción, la heroína no sería Salomé, sino la cólera de una ancestral Medea imposible, andaluza y universal).;¿Un delirio, o deseo de muerte, podría subyacer a la reflexión racional y a la adhesión entusiasta a un proyecto emancipador y de autonomía? ¿Vendría ese delirio del amor, de cierta interiorización de lo cortés, de un sentimiento del que las mujeres culturalmente no han sido sujetos y que, por otra parte, como sabemos, sólo puede ser narcisista y especular –dejando a quien lo siente sin salida, sin historia real, de vida, que compartir? ¿Se oiría realmente, ahí, como un rumor, una llamada de Dafne, un profundo anhelo de adormecimiento y descanso, de vida vegetal indolora? No sólo está la muchacha que en el mito huye; también, la campesina: “Como flores de escarcha / arrancaban los dedos las bellotas. / Era frío y diciembre / cada terrón del suelo. / Ella no se apiadaba / del hielo de las manos. / Poderosa y viejísima, / extendía sus ramas cuarteadas / y la muda dureza de sus hojas, / ovaladas espinas / su ocre corazón, que hubiera ya en el tiempo / abjurado del verde y su ternura”. Pero profundo, y arrebatador como el deseo de muerte, es el deseo de vida, su poderoso imán: “Hablaba aquella niña con los árboles. / Camino del colegio, su secreto / compartía con olmos y rosales. / Era un hilo de luz. (…) / Nació muerta, y la leche con miel / de los vellones le corrió al encuentro / de la lengua. Y la llamaron Juana / (…) Y supo, / en lo más hondo, / que era hija, y hermana, y madre viva / de la gloriosa tierra. / Si alguna vez la acuchillada linde / de su amor me abre el cuerpo / encontrarán un árbol con antiguas cortezas: / un arce o un olivo, chorreando, / como un mar verdecido, / su fresca clorofila por el aire”. Olvido García Valdés, “Lo que dice Dafne”, prólogo a Heredad seguido de Cartas de enero, Fundación José Manuel Lara, Sevilla 2010, pp. 9-25.
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La naturaleza y el campo andaluz, presentes en sus poemas, la acercan también al mundo grecolatino y al pasado remoto. Dafne e Inanna representan a las mujeres de túnica o chal de konakes con poderes político-religiosos. A Enheduanna, primer nombre de autor en la literatura universal, se deben los himnos que compuso en nombre de esta última hace más de cuatro mil años.; (…) Si hasta aquí la poesía de Juana refleja su concepto de herencia como drama histórico, en Cartas de enero éste se establece como imperativo moral expresado paradójicamente con ternura. En el poema “Madre” (Del color de los ríos,2000), entendemos que la hija está lavando a su madre enferma y concluye así: “Madre mía, mi niña, cúmplase / esta rara inversión, y tengamos / tus cicatrices yo, tu corazón mis años”. La poeta norteamericana Tess Gallagher, en “cada pájaro caminando”, recibe la misma historia narrada por ¿Raymond Carver? que baña a su propia madre. Del poema inglés nos impresiona lo que sucede en 54 líneas pero a Juana le bastan 10 versos para filtrar la emoción de lo sagrado. Sin palabras, el lector percibe que el lavado del cuerpo enfermo tiene características rituales, tal vez heredadas del complejo inconsciente andaluz, y reforzadas al propiciar el milagro de la inversión salvadora. Julia Uceda, “Del peso de la heredad”, en Mercurio. Panorama de libros, nº 122, junio-julio 2010, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, pág. 39.
Sobre Narcisia

Juana Castro abre en Narcisia un mundo del “otro” marginalizado que, lógicamente, pierde allí su calidad del “otro” porque el segundo polo ya no existe. Se deshace en una fusión erótico-mística, que representa el principio fundamental de una nueva estructura, que es una manera de existir irrepresentable. Lo femenino es la base y la fuerza vital de ese mundo, punto de partida y punto final, divinidad y humanidad que une partes femeninas y partes masculinas en su integridad.;…la escenificación de lo femenino en Narcisia tiene una naturaleza estratégica y no esencialista, parecida a la construcción de lo femenino de Luce Irigaray. La imagen de una nueva mujer que sea bella, erótica y fértil no intenta fijar a la mujer en esencias de las cuales no puede escapar (como ocurre en la sociedad patriarcal) sino quiere mostrar cómo este sistema puede ser socavado con sus propios medios. Al mismo tiempo, lo femenino se revaloriza en el intento de definirlo de una manera positiva, proporcionándole así, finalmente, su visibilidad en la cultura. Anja Jablonski, “El cuerpo femenino en Narcisia: fuente de autosuficiencia y de/construcción liberadora”, en Sujeto femenino y palabra poética. Estudios críticos de la poesía de JuanaCastro, Ed. de Sharon Keefe Ugalde, VV.AA.,Diputación de Córdoba 2002, pag 114;
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Juana Castro representa un sujeto femenino erótico activo utilizando imágenes neo-barrocas de gran plasticidad, frecuentemente basadas en la naturaleza, para aludir al cuerpo de la mujer y nombrar lo que siempre se había mantenido escondido, la vulva. En el poema “Inanna”, por ejemplo, una mezcla de prodigiosas imágenes y alusiones míticas y litúrgicas permite a la poeta expresar con audacia los múltiples placeres del cuerpo femenino. Su libro Narcisia es innovador no sólo porque introduce una epistemología celebratoria del cuerpo femenino con todos sus órganos reproductivos, sino también porque presenta el gozo del acto sexual en la ausencia de la violencia patriarcal. El poema “Gineceo” alude explícitamente al amor entre mujeres.;(…) El poema unitario sirve a las poetas para excavar la historia de la Diosa, y descubren un repositorio de conocimiento perdido por la cultura occidental pero todavía accesible en algún nivel de su imaginación. Se redime a la Diosa de las religiones primitivas, la figura central de las cosmogonías más antiguas, la Diosa-Madre de cuyo cuerpo nace la tierra, una figura que el Dios masculino de la tradición judeo-cristiana ha oscurecido. Rendir culto a la Diosa es visualizar una interacción recíproca entre los seres humanos, la naturaleza y el mundo espiritual e imaginar la unión de lo que la dicotomización ha partido en dos: “el mundo de los fenómenos y el mundo espiritual, el mundo de la prehistoria y el mundo de la historia escrita, el mundo de lo sagrado y el mundo de lo profano”. (Gloria Feman Oreinstein) (…) En Narcisia Juana Castro narra la cosmología de Dea, una mujer-diosa que encarna las cualidades de la autosuficiencia y del deseo sexual. La nueva Dea o Narcisia se funde con la rescatada Inanna, diosa mitológica venerada en Sumeria de forma continuada durante miles de años (ca. 3500-500 a. C.): “Sus nombres son muchos: Ishtar, Astarté, Anahita, Ma, Ashera, pero se le conoció como Inanna… Su útero era la vasija de la Creación de la cual manaron los granos, la fruta y las legumbres… Inanna es la Diosa del Amor, emanando el deseo que genera la energía del universo”. (Elinor W. Gadon) La presencia de Inanna en Narcisia enlaza cinco mil años de historia, subrayando la continuidad y la naturaleza colectiva de la experiencia de las mujeres. Sharon Keefe Ugalde, En voz alta. Las poetas de las generaciones de los 50 y los 70. Antología, Estudio preliminar, pp 57-58 y 80-81, Hiperión 2007;
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Inanna, llamada Ishtar en Babilonia, es una de las tres grandes diosas de la Edad del Bronce, junto con Isis en Egipto y Cibeles en Anatolia. Las tres ofrecen la imagen de la Gran Madre que veneraron las civilizaciones más antiguas y que supone la definición de un arquetipo femenino en la mitología que ha permanecido vigente durante más de cinco mil años. Entre sus diversas representaciones iconográficas, Inanna aparece como diosa de la fertilidad revestida de atributos vegetales, llamada “la verde” o “la de la espesura floreciente”. Baring y Cashford describen su naturaleza con palabras que parecieran haber inspirado el poema de Juana Castro, si no fueran posteriores: “La iconografía de Inanna como gran madre sugiere que en la Edad del Bronce la naturaleza todavía no se había separado del espíritu. La vida de la tierra y todo lo que esta producía era sagrado. Planta y animal, sexualidad y fertilidad eran epifanías de la existencia de la diosa, los medios mediante los cuales se manifestaba. (…). Cualquier cosa que existiera era la vida de la diosa manifestada como vida de planta, animal y ser humano. Una sola vida divina se encarnaba en la vida de todos y cada uno, una sola madre era la fuente de todo.”; (…) En todo el libro en general, pero particularmente en el poema “Inanna”, se percibe básicamente la intención por parte de la autora de contribuir a la creación de una nueva imagen de la mujer basada, entre otros principios, en la consideración del propio cuerpo como una fuente de placer y de creatividad, manifestando así una relación entre el cuerpo de la mujer y el mundo que resulta ajena a toda la tradición literaria occidental. El nuevo modo de abordar la sexualidad femenina, inédito hasta ahora, tiene en obras como Narcisia uno de sus principales apoyos en la recreación de un lenguaje luminoso cuajado de imágenes que desprenden sensualidad y en el recurso conceptual a la fusión metafórica con la naturaleza. Antonio Merino Madrid, “Ciega de historia y lino”. La mitología clásica en la poesía de Juana Castro. Trabajo de Investigación, inédito, pp. 44-45;
Sobre Fisterra

Quien hacia allá va es una mujer en lucha con su propia sombra: la persona que una tierra, dura, y sin embargo, seductora, ha forjado en ella. (…) Constituyen las sensaciones físicas, revividas por la palabra, el vehículo eficaz que transporta la “Memoria”, bajo cuyo título se agrupan algunos de los mejores –y, en realidad, excelentes--, poemas del libro. Véase por ejemplo, el XII, en el que la acción de pelar una naranja con los dedos de la mano se convierte en símbolo de la exploración de un orbe: “Con las uñas, abría/ en la piel una brecha/ y dejaban los poros, en las manos y el aire/ su perfume de invierno”(pag 34). En ese punto, los poemas se tornan cuadros de plasticidad viva.;;Víctor García de la Concha, Fisterra, ABC Literario, 13- noviembre 1992.
;Sobre Arte de cetreria

Si alguna palabra sirviera para aclarar las cosas, yo pronunciaría sorpresa. Porque este es un libro que nos impresiona desde el primer lema hasta el último verso y nos impresiona otra vez por todo: la bellísima impresión, el título y las muestras que lo justifican, el contenido desasido de aparentes contingencias, la sabiduría de lo que se ha leído y de lo que se ha vivido. Arte de cetrería. ¿Qué otra cosa es el amor? (…);Literatura didáctica convertida en poesía. Pero olvidémonos de valoraciones peyorativas: enseñar también es hermoso. Más aún, si la cronología ha pavonado los viejos motivos y los hace ser testimonio de tiempos perdidos. Juana Castro ha ido más lejos: ha tomado lo que pudiera ser arte doctrinal, lo ha desempolvado y lo ha hecho servir, inédito y nuevo, para las zozobras del amor ;–iguales siempre– en nuestros días. (…) Hermoso libro que para ser de hoy no ha necesitado romper con una hermosa tradición, sino aprehenderla y darle nuevo contenido. Tal vez sea ese el porvenir de cualquier arte. Manuel Alvar, “Un nuevo vuelo de altanería”, en Blanco y Negro, Suplemento de ABC, 22 de abril de 1990, pag 16.
Sobre El extranjero

De esta manera, “El de los ojos tristes” que aparece en el primer poema es un nuevo Ulises mudo, solo, gastado, al que el sujeto poético se resiste a aceptar. (…) Pero ese extranjero no es sólo otro, alguien ajeno que se constituye en personaje que llega al espacio privado del yo y lo perturba y desordena, sino que también admite ser interpretado como el reflejo o la sombra de otro íntimo, como el extranjero que habita en el interior del sujeto poético, un otro yo vigilante, amenazante a veces, desconocido (véase “Euro, que sopla de oriente"; "La de los ojos claros"). La selección léxica mediante reiteraciones y equivalencias sugiere una atmósfera de oscuridad, tristeza, desgaste, abandono y resistencia, y la elaboración metafórica pone en pie un ámbito imaginario en el que ese extranjero se vuelve "la medida de noche que le falta a tu vida", se identifica con el silencio interior y encarna el misterio, lo ignorado: “Nada intentes / saber. Aquí y hoy, con lo oscuro / una tilde de sol dibujo en tu destino.”;Merece destacarse además el contraste irónico que se produce en algunos poemas entre el título de ascendencia homérica, y un –digamos— subtítulo que rompe ese eco para fijar la atención en un objeto del mundo contemporáneo. Por ejemplo el poema titulado “Hermes, el mensajero”, se acompaña de la marca de un automóvil “Opel Astra Merit”. El viaje marino se transforma en un viaje nocturno, a su vez figurado como un veloz trayecto hacia la muerte, sin tragedia, “sin dolor ni vértigo”. El yo poético, que aquí asume explícitamente el femenino, se contempla quieta, sentada, pero “corriendo”, en un continuo vaivén de quietud y velocidad, que se expresa en una eficaz alternancia de infinitivo y gerundio, en una enumeración de sustantivos que van intensificando su carga simbólica en el cierre del poema: “A la noche. A la orilla. / Al silencio y la música. / A la quietud del viento, / hacia el rapto profundo / de la vida. A toda eternidad. / Hacia la nada acaso.”Celia Fernández Prieto, “El yo como extranjero: Una Odisea interior”, en Ficciones. Revista de Libros nº 9, Granada 2002, pp. 40-42.
;Sobre Los cuerpos oscuros

Juana Castro ha elegido como metáfora totalizadora un término científico, el de las estrellas vueltas invisibles de Laplace, para expresar el proceso de desaparición de la memoria como consecuencia de la enfermedad de Alzheimer, sufrida al mismo tiempo por sus padres: aquellos que, tras una luminosa y fructífera vida, ya no son más que el hueco oscuro en el que están sin ser, desaprenden lo aprendido, y de cuyo cerebro una esponja va borrando la memoria y el logos que los hizo únicos.;La poeta usa libremente el contenido semántico de las palabras y éstas multiplican sus significaciones como “un dique contra el olvido” (Steiner). Así, el frío no es sólo temperatura sino también ámbito, amenaza, monstruo deforme, fantasma pretérito. Si como símbolo apunta al Norte y a la muerte, en estos poemas parte de diversos orígenes y hace nido en distintas capas del no ser. (…) La voz poética, frente al destrozo del tiempo, habla también del suyo y del que le ha sido robado por los cuerpos oscuros, y los ve como a niños que se pierden en la niebla de una realidad monstruosa. Julia Uceda, “Donde la luz se dobla. Los cuerpos oscuros”, en Babelia, El País, sábado 4 de marzo de 2006, pag 9.
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Juana Castro, una de las voces más apasionadas y vigorosas de nuestra poesía, crea y mide. Tiene en sus manos una materia muy delicada, a la par que terrible (terriblemente delicada), y le da forma, encauzando la pasión y la emoción, pero, al mismo tiempo, sin que éstas bajen la guardia en ningún momento. De modo que esta pasión y esta emoción, y este dolor y esta rabia contenida que rezuma el libro, y esta angustia, a veces, esta impotencia, son transmitidos al lector, y el lector los capta y se queda sorprendido de cómo una materia tan insólita para ser poetizada nos es ofrecida con tal diversidad de matices y como auténtica poesía. (…);Casi todos los poemas contienen estos elementos enigmáticos, cuyos significados se amplían hasta lo desconocido, claves que sólo conoce la autora y con los que nos transmite, de una parte, la propia evocación de un mundo concreto, y de otra, el misterio, como este mar del primer poema, como estos “océanos” del título. Escritura simbólica abierta a diversos sentidos y al enigma. (…);Todos estos lenguajes los orquesta la autora de forma magistral, utilizando las elipsis, las sugerencias, las incrustaciones de los diálogos, hasta conseguir darnos las atmósferas y situaciones exactas de todas las escenas que ocupan los poemas. ;Creo que es uno de los libros mejores que he leído en mucho tiempo. ;(…)Por otra parte, será la propia caracterización de los personajes la que también nos guíe en sus discursos. Caracterizaciones a la par dominadas por la elipsis, y, paradójicamente, también por las reiteraciones, ya que es la repetición de los mismos vocablos lo que nos introduce en el mundo de uno u otro personaje: monstruos, confusión de términos y cosas, perplejidades, alucinaciones de la demencia, marasmos, bosques…, alrededor del padre. Las telas de araña del tiempo y del espacio alrededor de la madre, la aguja, las cartulinas, los trapos, los recortables, los espejos, las noches, los insomnios, el misterio del dormir, el miedo, el temor a la noche, la risa vana, la piel aguada, la lluvia, el frío, la LOBA, como palabra clave, como símbolo oscuro y lejano…;Laberintos en todo caso donde habitan estas criaturas, entornos asfixiantes, que Juana Castro logra comunicar con los mínimos elementos. Desdoblamientos de personalidad. (…);En fin un libro extraordinario. De una gran belleza y una gran contención. De una gran sabiduría. Donde no sobra ni falta nada para adentrarnos en este mundo de opresión y de angustia, pero también de amor. Rosa Romojaro, Presentación de Los cuerpos oscuros en Málaga, feria del libro, domingo 4 de junio de 2006.
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En la elegía que Jorge Manrique escribió por la muerte de su padre, don Rodrigo Manrique muere rodeado de sus familiares y con “todos sentidos humanos / conservados” Y, a pesar de la tristeza que causó su muerte, su hijo afirma que “déxonos harto consuelo / su memoria”. En el libro de Juana Castro los padres han perdido sus capacidades mentales y sus vidas están lejos de ser recordadas pues, como indica la hablante, de ellos sólo quedan las armaduras vacías de una historia vivida “sin trama y sin valor”. Más que el elogio de una vida, el libro de Castro es registro de sus mentiras y despojos, denuncia de una sociedad que vuelve la espalda a los que no se ajustan a un modelo de humanidad basado casi exclusivamente en la capacidad intelectual, reproche a un Dios por imponer obediencia ciega a sus mandatos convirtiendo a los fieles en autómatas semejantes a los enfermos de Alzheimer en espera de algo que quizá ni existe, y reto a permanecer muda ante el destrozo. El “pero yo te canto”, ya enunciado por Lorca en desafío ante la disolución de su amigo Ignacio es el mismo que eleva Castro en su libro. Consciente del destrozo del cuerpo y la persona, y sin caer en escapes románticos o trascendentes, la hablante confronta la enfermedad con una palabra que aunque leve “aroma de lilas resonando en la niebla”, persiste. La cuidada estructura de este libro y su organización claramente literaria se funden con la experiencia tan personal de que dan cuenta los poemas, fusión muy propia en Castro de lo general y paradigmático con lo específico y personal. La palabra y su ensamblaje en la tradición de tantas voces que preceden y seguirán, no va a curar la enfermedad ni dotarle de un prestigio que su horror niega, ni tampoco va a devolver a la vida su abundancia, pero sí se alza en fuerte y dolida denuncia y testimonio. Candelas Gala, Wake Forest University, “Este aroma de lilas resonando en la niebla”, en Monographic Review, volumen XXVI, 2010, Texas Tech University, pp. 35-50.
Sobre La bambola

En el libro Alada mía, primera antología de la autora, que contenía poemas desde 1978 hasta 1994, se anuncian ya desde el mismo título los propósitos de Juana Castro. Se trata de un juego con las palabras ajada, atada, Al(h)ada o (s)al(v)ada para significar el papel de la mujer esencialmente en clara dependencia y subordinación en un mundo masculino dominante. En él se incluyeron bajo el epígrafe La bámbola y otros poemas algunos poemas que hoy quedan confirmados en este libro de reciente;aparición, aunque con algunos cambios leves. En aquellos momentos, J. Castro parece introducir los poemas como de soslayo en la antología, dando avance de su escritura y quizás queriendo vadear a cierta crítica, que siempre ávida de la obra seria, prescinde de temáticas más lúdicas. En el libro que se publica ahora queda patente que estos poemas estaban en consonancia con la década festiva y desinhibida de los 80 en que se construyeron, y que ya tocaban a su fin.;(…) El avance en los planteamientos en La Bámbola era claro, no sólo destapaba problemáticas expresamente ocultas, que ya rondaban en la tradición, aunque siempre en su vertiente punitiva, sino que las soluciones propuestas por la poeta no poseían connotaciones represivas, muy al contrario. Con un tono desenfadado en “Es mi hombre”, Juana Castro o más bien su alter ego, propone a la mujer frígida un nuevo método para acabar con su desdicha. El goce sexual, vedado a la mujer durante siglos, es;destapado aquí con toda naturalidad para proponer soluciones y paliar el padecimiento.;El fetichismo evidente de los poemas se rodea de todos sus elementos destacados como los muslos o el muñeco hinchable. Resalta el cambio de sexo de éste último, ya que suele ser muñeca hinchable, puesto que los consumidores siempre han sido varones. Pero existe también toda una reflexión sobre el tópico del amor ciego como en “Sublime decisión”, donde aporta modernizadas metáforas y comparaciones propias con nuestro tiempo.;En los años 80 también conocimos por las lecturas públicas poemas como “Sex shop”, “Disyuntiva”, “Bombones” (hoy “Parfait amour I y II”), tímida y exquisita expresión del erotismo, si se comparan con el discurso posterior y, en muchos casos regresivos, del realismo sucio y su sección más directa del sexo por el sexo, influenciado por Bukowsky. En aquellas décadas era novedad en España la apertura de sex-shops o los peep shows, con el consiguiente escándalo en la vida aparentemente puritana de una sociedad obligada durante la época de Franco al ocultamiento de todo lo relacionado con el sexo. Además se empezaban a producir cambios tecnológicos como la llegada del ordenador a nuestras vidas, que se impuso a mediados de los 90 y abrió nuevas posibilidades en todos los campos.;(…) En ningún caso se pretendía dividir este periodo creativo de Juana Castro en secciones compartimentadas o estancas. Por tanto, esta interconexión de variada factura, parece significar el deseo de la poeta de estar en vanguardia en su tiempo, extrayendo toda su poesía, al unir sexo y tecnología como si de un cuerpo unitario se tratara. El tema tecnológico siempre ha interesado en poesía, recordemos la atracción de las vanguardias del siglo XX (futurismo, surrealismo etc.) por las máquinas. Continuamente ha habido un acercamiento del poeta hacia lo nuevo en la ciencia, para interpretar y para investigar las consecuencias de ésta en la vida del ser humano. Una indagación que está aportando numerosas ramificaciones en la temática central como la deshumanización o la complejidad de una vida lejana de la naturaleza y llena de máquinas indescifrables y controladoras. Balbina Prior, “Intrusos en el tiempo”, Prólogo a La Bambola. Intrusos en la red, EH Editores, Jerez 2010.
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Lo particular de estos poemas está en la inversión genérica que la autora imprime, y como anota Balbina Prior, quizás esta voz invertida, que indaga en los fantasmas más contrarios al feminismo con el consiguiente riesgo de menoscabar su autoridad en el campo de la lucha por la igualdad, haya sido una traba hasta ahora para mostrar en su conjunto esta parte de su obra que muestra la versatilidad del yo en un despliegue de imágenes y situaciones en torno a la mujer que no pasan desapercibidas. Con un sutil juego de ironías logra fingir situaciones que trastornan el significado de lo que dice irónicamente. Recordemos que ironía viene del griego y significa “disimulo” o “pregunta fingiendo ignorancia”. Como lo hacía Sócrates para confundir a los sofistas. Concha García, en “La niñez reverberando”, Cuadernos del Sur. Diario Córdoba, 5 de junio de 2010, pág. 3.
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La Bámbola es, si no dos libros, sí dos textos que en la inevitable disposición lineal de la escritura van tomando alternativamente la palabra, como indica la tipografía, pero también, claro está, los materiales mismos de cada una de las dos series. Una de ellas versa sobre el deseo; la otra tiene como asunto el ordenador y el mundo digital. Tan distantes a primera vista, no lo son tanto si se considera que ambas temáticas juegan con lo real y lo virtual: el deseo lleva a la realidad lo que aún no se ha producido, o llama a ello, mientras que lo cibernético otorga una cierta realidad a lo que es propiamente virtual. Aunque la lectura de este libro muestra que la segunda de las series tampoco es ajena a un cierto diálogo de amor.;Donde se habla del deseo el sexo hace acto de presencia sin tapujos en variantes que van desde la prostitución a la muñeca hinchable, o incluso el pederasta y el bestialismo, algunos de estos textos con la crudeza del asunto resuelta en un giro humorístico. Además, quien encarna la voz que habla es un personaje ya femenino, ya masculino, lo que permite dar visiones diversas. Por su parte, allí donde se habla de lo virtual también se cede la palabra al mouse (el ratón) y a otros entes, lo que da lugar a discursos más que curiosos.;Dentro de la obra de Juana Castro este libro resulta marcadamente original y es pertinente sobre ello lo que Balbina Prior apunta en su prólogo. A quien lo lea le espera un libro nada vulgar. Túa Blesa, “La bámbola”, El Cultural, 2-7-2010, pag. 18.
;Sobre Vulva dorada y lotos

Poner la palabra clítoris en un poema y que no suene grosero, eso solo lo puede hacer Juana Castro. O al menos, solo ella en 1986. Es decir, hace la friolera de veintitrés años, en su poemario Narcisia. Antes, mucho antes de que una nueva generación de mujeres poetas tomara el testigo y continuara la búsqueda de una palabra otra, a partir de legados como el suyo y el de Ana Rossetti. O Ángeles Mora y Aurora Luque poco después.;Y es que el hecho de que una parte tan señalada de nuestro cuerpo pueda aparecer en un poema sin connotar grosería, o la otra palabra que rima, pornografia, es ya un hallazgo. Y qué decir del titulo de esta antología que selecciona poemas publicados a lo largo de nueve libros por nuestra autora: Vulva dorada y lotos, con la que inicia su andadura la colección de Sabina Editorial?;Decir que tras leer las cincuenta y ocho composiciones aquí reunidas, una se siente más alta, más hermosa, amplia, serena, despejada. Una vuelve a tomar posesión de su cuerpo sin falsos pudores, opulenta como diosa esteatopígica, o aplomada cual venus griega. Como perteneciente, digamos, a épocas remotas: el África inmemorial, la antigua Grecia. En todo caso, anteriores al pecado original. Porque de algún modo mágico, hipnótico –hay que leer el libro para experimentar la sensación que no alcanzo a describir– Juana te devuelve algo así como la sacralidad de tu cuerpo. Y no estamos en un registro inocente o ñoño, lejos de ello; tampoco pagano o idílico, no; hay aquí dolor y del bueno: había que morir una vez y mil veces…no hay más luz que el dolor. No el causado por la espada, sino por la soledad cultivada en un sueño de piedras, o por el parto: el dolor y el placer iban ambos a una. Juana logra que te tomes en serio y te veas, quizás por vez primera, sin represión ni recortes, en toda tu plenitud y poder.;Poder sobre ti misma; sobre lo que te ha sido dado dominar desde tu estatura, que por lo general, no te pertenece. Somos mujeres, entendámonos, no nos reconocemos en las estatuas ecuestres ni en los altos bustos de mármol en sus pedestales. A nosotras nos fue reservada la representación de la virgen, con o sin niño, con o sin lágrimas, pero siempre sin placer.;Las mujeres que nos pinta Juana, en cambio, saben que su madera es el troquel donde sus hijas se mirarán, y les trasmite sin lagrimas ni almohadas batiendo, esa pasión en que ellas mismas vibran. Esas hijas, a su vez, reverberan en su cuerpo desde niñas, hablan con los árboles, se agachan para orinar con gusto en la tierra reseca, y ya adultas, desnudadas de sus tristes aperos, descubren que tienen fiebre en los ojos, y muslos que les florecen redondos.;¿El paisaje? El mismo de infinitas guerras y sagas mortuorias pulula aquí como si fuera el primer día de la creación, cargado de emociones emanadas de su propia novedad. Paisaje atravesado por siluetas que, en primer plano, despliegan su peripecia vital totalmente compenetradas con el entorno. Puesto al servicio, por una vez, de un mundo más sabio, más pacifico, gozoso, dicho con un lenguaje sonoro y cristalino, nuevo y viejo a la par, en la mejor tradición gongorina. También el volumen, hermoso, acompaña tan sugestivo contenido. Con un CD, además, de los poemas en la voz de Juana, toda una experiencia. Noni Benegas, “Con poder y plenitud”, en Cuadernos del Sur. Diario Córdoba,19-XII-2009, pág. 6.
Sobre Cartas de Enero

En Cartas de enero (creo que uno de sus mejores libros), la menor distancia entre quien habla y el dolor testimoniado provocan que las imágenes aparezcan con mayor realismo sin tener tan presente el desbrozamiento simbólico de otros libros. Impresiona la dureza latente en la mayoría de esos poemas (como en la poesía de la norteamericana Sharon Olds). Las escenas llegan a ser especialmente poéticas porque las reduce a una revelación final sin concesiones: “Al final de la noche, cada noche, la niña / se orinaba de miedo. Pero siempre / siempre/ fue el hombre de la casa, / y no el otro, el del saco.”;(…) La infancia no es sólo el tiempo de la inocencia. Es el de la lucidez sin el filtro de la razón. Casi todo lo que es padecido afectivamente después llegará repetido en otras experiencias. Así, la casa del padre, la dura tarea campesina, la mujer que no conoce sosiego ni goce, la niña obstruida por la mirada del padre demandante, devuelve las mismas impresiones transformadas por la mujer que regresa de la experiencia de los años. El tiempo y la memoria se recuperan gracias a la palabra poética, transmutados en impactos visuales que dan cuenta de una reflexión acerca de lo que fue y ya no es. Pero sigue siendo: “No quiero detener esa mentira: yo estuve aquí.”;La toma de conciencia viene dada con la música del poema enmarcada en un ritmo de raíces tradicionales que frecuenta el heptasílabo y el endecasílabo de libre composición estrófica, incluso en el poema Carta al hermano, donde establece un diálogo imaginario con el otro sexo, la parte masculina del retrato. Desde lo imaginario, el ajuste de cuentas causa su efecto en el largo poema fragmentado, y como en la mayoría de este libro no hay narración, sino impactos narrativos colmados en instantes y en escenas, y adquieren mayor potencia visual en los versos finales: “Algún día las madres / se echarán a nadar en la inocente / pupila de sus hijos./ Y allí dentro, en la sombra / cristalina del ojo / descubrirán amargas el demonio / terrible, repetido / de su mismo dolor”. Concha García, “La niñez reverberando”, en Cuadernos del Sur. Diario Córdoba, 5-06-2010, pág. 3.
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Podría ser Cartas de enero la entrega final de una trilogía que comenzó con Del color de los ríos y pasa por Los cuerpos oscuros. Es como si la autora hubiera ajustado las cuentas con ella misma y con su mundo, o con sus mundos, dado que la poesía de Juana Castro tiene una dimensión plural. Aquí vienen bien las palabras de Marguerite Yourcenar, que nos dice: “Siempre es peligroso explicar la vida de una persona en función de un único episodio que nos ha contado ella”. De ahí que para decir de la obra de Castro, nos atengamos a esa dimensión varia que la poeta nos da a conocer, libro a libro. Textos críticos han dado cuenta de los diferentes momentos de su escritura, entre ellos los recogidos en Páginas dispersas.; Cartas de enero está dividido en dos partes. Las lenguas del invierno es el título del primer apartado, con una temática aparentemente inocente, donde la poeta, en un “diálogo silencioso” y lúcido, expresa cuanto su mirada observa desde la niñez que fue. Lo consigue a partir de un ejercicio de memoria que logra inducir al lector hasta un entorno rural, que fue vida en un tiempo y que Juana Castro reconoce desde el primer poema que abre el libro, ya citado. Desde ese comienzo, quien escribe va adentrándose en cuanto le perteneció y ahora hace suyo, allí donde su niñez creció, entre la aspereza y la bondad de los sentidos, entre la sinrazón de las cosas, como es el castigo a los animales (“Mulas negras, calladas y brillantes / con el fuego en los cascos y en mis ojos, / sin poder escapar / de la barbarie”) y la placidez de lo bello (“Un círculo de alas / amarillas y blancas nuestras voces / –las cuatro de la tarde– / y un olor a celindas abrasando…”); Dado que la poesía de Juana Castro propicia varias lecturas, encontramos también la sorpresa, ese decir callado al que antes aludíamos, que nos lleva a mantener en la mente las palabras que después propician sentimiento, y disfrutar así la belleza verdadera.; En la segunda parte, Cartas de enero, los versos adquieren, si cabe (dado que siempre la tuvieron), más libertad, y las palabras muestran ese cristalino aliento tan propio de Castro, sea cual sea la anécdota, como en el poema “Esa”. Se escribe tras haber ahondado en ese manantial que es la vida. La poeta ha ido dejando su vivir en cada uno de sus libros.; Otra de las características de Juana Castro es el lenguaje, que se adelgaza más y más en este libro para dar paso a la sugerencia. Contenidos del pasado con la palabra nueva, abierta a la modernidad, desde la consistencia que confiere el conocimiento de los clásicos y generaciones posteriores. Sin olvidar la atención prestada a los poetas del presente. Digamos que Cartas de enero, en su alternancia temporal vivificada en el hoy y desde una proyección de presente celebrado y melancólico, nos ofrece páginas llenas de encanto y emoción. ¿Es este un libro más de la autora? Por cuanto antecede, podemos afirmar que es un libro único, como cada uno de los legados por la poeta Juana Castro. Dionisia García, “Canto mantenido. Sobre Cartas de enero de Juana Castro”, en Caxitan. Revista Minor de la Real Academia Alfonso X el Sabio número 4, Año IV, Murcia, enero 2012, pp. 119-121.